domingo, 28 de agosto de 2011

LA RESPONSABILIDAD DE LA IGLESIA


Sal de la tierra y luz del mundo
Texto:(Mt 5:13-16)
Por medio de las bienaventuranzas, Jesús presentó un cuadro del carácter cristiano. En nuestro texto da un paso más y aplica la descripción que había hecho. Una vez hemos visto qué es ser cristiano, ahora debemos considerar cómo el cristiano debería manifestarlo en el mundo en    que vive. Porque nosotros no somos islas ni vivimos aislados.
El cristiano vive en el mundo aunque no es del mundo, es decir, no comparte los valores mundanos o al menos no debería  participar de ellos. Pero no debemos apartarnos de la gente     que vive en el mundo en una especie de monasticismo mal  entendido –como el de los esenios- y pensar que el aislamiento físico del mundo nos preservará de contagiarnos de lo mundano.
Este fue el error del monasticismo medieval que enseñaba que la vida cristiana auténtica sólo se podía vivir separada de la sociedad y dedicarse a una vida contemplativa. Estando en Segovia, en el convento que fundó Juan de la Cruz, nos explicaron que mientras se construía, el “medio fraile”, como le llamaba Teresa de Ávila, pasaba más horas en la cantera donde sacaban las piedras para la edificación del convento que con sus frailes rezando. Éstos, le echaron en cara lo que consideraban que era una actitud incorrecta, pero él les contestó que “se tropieza menos entre las piedras que entre los hombres”. Ciertamente es así, pero el propósito de Dios es que seamos sal y luz entre los hombres.
1.  LA SAL DE LA TIERRA (V. 13) 
Aunque el énfasis recae en cómo debemos manifestar lo que somos, no podemos pasar por alto el lugar donde debemos hacerlo. ¿Cuál debe ser nuestra actitud frente al mundo? Si consideramos que a principio del siglo pasado, la humanidad entusiasmada por la idea del progreso científico, apoyada por la teoría de la evolución, creía que sus posibilidades eran enormes y albergaba el gran sueño de que iba hacia un paraíso en la tierra.
Sin embargo, dos guerras  mundiales fueron suficientes para hacerle bajar de las nubes y darse      cuenta del enorme potencial humano para  el mal. Por eso nuestro texto implica con claridad la corrupción de la tierra y señala que nuestro mundo es un mundo caído, pecaminoso y malo. Es como un trozo de carne que tiende a descomponerse y está  necesitada de algún conservante. El ser humano está perdido en  dos sentidos: extraviado y echado a perder, o sea, corrompido.
a. La sal señala una diferencia. De ahí que el señor diga: “vosotros sois la sal de la tierra”. En las bienaventuranzas hemos visto que el cristiano es alguien distinto del mundo y no hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta que la sal es diferente de aquello en que se coloca para que ejerza la función que le corresponde. Pero si la sal se desvaneciere ¿con qué será salada? Por tanto, el rasgo diferencial que debemos notar es que no podemos confundirnos con el mundo, sino distinguirnos de él. El cristiano tiene que ser diferente de las demás personas como el señor Jesucristo lo fue en el mundo en que vivió.
b. Las funciones de la sal. La primera función específica de la sal es la de actuar como conservante. Como vivimos en una sociedad donde casi todo se conserva  en frío ya nos hemos olvidado que cuando no había frigoríficos el medio más usado desde la antigüedad para conservar las carnes y los pescados era la salazón que las preservaba contra los agentes que los pudría y en una función negativa evitaba que se pudrieran. Esta es también la función del cristiano en la sociedad, actuar como agente que impide su corrupción con una conducta diferente. Si el cristiano ha de ser la sal de la tierra, debe tener una cierta influencia antiséptica en la vida.
Todos sabemos que hay ciertas personas en cuya compañía es fácil ser buenos; y que también hay ciertas personas en cuya compañía es fácil bajar el listón moral. Hay ciertas personas en cuya presencia se podría contar sin reparos una historia sucia, y hay otras personas a las que a uno no se le ocurriría contársela. El cristiano debe ser un antiséptico purificador en cualquier sociedad en que se encuentre; debe ser la persona que, con su presencia, excluye la corrupción y les hace más fácil a otros ser limpios. La segunda función de la sal es la de dar sabor a los alimentos, pero para ello se necesita que se mezcle con ellos y no que permanezca en el salero.
Esta es una función positiva, pero debemos llevarla a cabo sin que acabe diluyéndose en el mundo o permaneciendo en un ghetto.  Como cristianos, de manera individual tenemos que estar en contacto con las personas del mundo sin participar en aquellas cosas que comprometan nuestra fe y tener siempre muy claros los valores por los que nos regimos. El        apóstol Pedro señala con claridad la frontera (1 P. 4:3-5). Como iglesia debe aprovechar las oportunidades que se nos presenten para estar en contacto con nuestra sociedad e intentar influir en ella. Un ejemplo es lo que hacemos con motivo de la Fiesta mayor del barrio y con el Plan comunitario, donde estamos en el plato para actuar como sal y dar un sabor diferente en nuestra sociedad. Pero también tendría que ser extensible a nivel personal en otros ámbitos, como por ejemplo, la política, los negocios, los medios de comunicación y los asuntos sociales.
En los días de Jesus la sal se conectaba a la mente de las personas con tres cualidades especiales:
·         La sal se conectaba con la pureza. Probablemente su blancura resplandeciente sugería esta    conexión. Los latinos decían que la sal era la cosa más pura, porque procedía de las cosas más puras que son el sol y el Marcos La sal fue de hecho la más primitiva de todas las ofrendas que se hacían a los dioses, y hasta sus últimos tiempos los sacrificios judíos se ofrecían con sal. Así pues, si el cristiano ha de ser la sal de la tierra, debe ser un ejemplo de pureza.
Una de las características del mundo en la época en que vivimos es que han bajado los  niveles. Los niveles de honradez, de diligencia en el trabajo, de responsabilidad, morales, todos tienden a reducirse. El cristiano debe ser una persona que mantenga bien alto su nivel de absoluta pureza en su manera de hablar, su conducta y pensamiento. Cierto escritor le dedicó un libro a J. Y. Simpson, «que hace que lo mejor nos resulte fácilmente creíble.» Ningún cristiano puede salirse de los niveles de la estricta honradez. Ningún cristiano puede pensar con ligereza en reducir los niveles morales en un mundo en el que en las calles de cualquier gran ciudad se induce deliberadamente al pecado. Ningún cristiano se puede permitir los gestos y términos sugestivos y soeces que son a menudo parte de la conversación social. El cristiano no se puede retirar del mundo, pero debe, como decía Santiago., «guardarse sin mancha del mundo» (Stg. _1:27 ).

NOTA IMPORTANTE: El mundo tiene derecho a descubrir otra vez el fulgor perdido de la fe cristiana.
·         En un mundo ansioso, el cristiano debería ser la única persona que se mantuviera serena.
·         En un mundo deprimido, el cristiano debería ser la única persona que siguiera llena de la alegría de vivir.
·         Debería haber una sencilla luminosidad en cada cristiano, pero demasiado a menudo anda por la vida como si estuviera de duelo, y habla como un espectro en una fiesta. Dondequiera que esté, si ha de ser la sal de la tierra, el cristiano debe difundir gozo.
Jesús pasó a decir que, si la sal se vuelve insípida, ya no sirve para nada, y se tira para que todo el mundo la pise. Eso es difícil de entender, porque la sal nunca pierde su sabor y su salinidad. E. F. F. Bishop, en su libro Jesús de Palestina, cita una explicación muy plausible que dio Miss F: E. Newton. En Palestina, los hornos ordinarios están fuera de la casa y se construyen de piedra sobre una base de azulejos. En esos hornos, «para conservar el calor se pone una gruesa capa de sal debajo del suelo de azulejo. Después de cierto tiempo la sal se ha descompuesto. Se levantan los azulejos, se saca la sal y se tira en el camino a la puerta del horno... ha perdido su poder para calentar los azulejos y se tira.» Puede que sea eso lo que se representa aquí.
Pero la idea principal sigue siendo en cualquier caso, y es algo en lo que el Nuevo Testamento insiste constantemente: Que la inutilidad invita al desastre. Si un cristiano no está cumpliendo su propósito como cristiano, está abocado al desastre. El sentido de nuestra vida consiste en ser la sal de la tierra; y si no le damos a la vida la pureza, el poder antiséptico y la luminosidad que le debemos, no estamos cumpliendo nuestro cometido y vamos al desastre.
Todavía nos falta por decir que algunas veces en la Iglesia Primitiva se hacía un uso muy extraño de este texto. En la sinagoga, entre los judíos, había la costumbre de, si un judío se volvía apóstata y luego volvía a la fe, antes de recibirle otra vez en la sinagoga, tenía como penitencia que tumbarse a la puerta de la sinagoga e invitar a todos los que iban entrando a que le pisaran. En algunos lugares, la Iglesia Cristiana adoptó esa costumbre; y a un cristiano que había sido expulsado de la Iglesia por disciplina, se le obligaba, antes de admitirle otra vez, a tumbarse a la puerta de la iglesia e invitar a los que entraban: «Pisoteadme porque soy la sal que ha perdido su sabor.»

·       LA LUZ DEL MUNDO (VV.14-15)
Esta es una de aquellas afirmaciones que nos deja anonadados, porque no somos gran cosa y la responsabilidad que tenemos es enorme. Sin embargo, debemos verlo por pasos y así nos resultará más fácil su comprensión.
Implicaciones negativas. En principio esta frase  implica que el mundo está en tinieblas y ahí es mucho más sencillo  arrojar la luz del evangelio porque la distinción entre luz y tinieblas es manifiesta. Si repasamos la historia, observamos que en siglo XVI hubo un renacimiento cultural en medio del cual se dio la Reforma que fue un faro que alumbró las tinieblas de la Edad Media. Pero después de un decaimiento pendular (siglo XVII), en el siglo XVIII se produjo una restauración cultural que se conoce como la Ilustración o “Siglo de las luces”.  Pero a diferencia del anterior y de la  mano del racionalismo empezaron los ataques contra la Biblia y el humanismo se erigió como la luz de la humanidad. En consecuencia se cayó en las tinieblas y cada vez son más densas porque en lugar de la revelación de Dios se ha instalado el orgullo humano de la  tecnología y el cientificismo. De la cultura podemos derivar a la ética y entonces  el desastre es ya absoluto. La corrupción moral es una realidad en todas partes y no hace falta amontonar ejemplos para demostrarlo. La corrupción moral es una realidad en todas partes.
Implicaciones positivas. Las palabras de Jesús “vosotros sois la luz del mundo” indican que somos llamados a hacer algo positivo. Esto se dice de todos los verdaderos cristianos, no de una casta de cristianos especiales, una especie de lumbreras. Pero, ¿cómo se cumple en nosotros? Evidentemente por nosotros mismos esto es imposible, sin embargo, el Señor Jesús dijo con claridad que él era la luz del mundo. Por tanto, el cristiano no es alguien que tenga luz propia  como el sol, sino que refleja la luz de Cristo en su vida, como hace la luna en nuestro sistema planetario.

  • Su manifestación al mundo (v. 16)
Primero ha señalado lo que es y después lo que hace. ¿Cómo debe mostrar el cristiano que es luz?  Cuando Jesus dijo que los cristianos debían ser la luz del mundo, ¿Qué quería decir? Lo primero es poner de manifiesto las tinieblas del mundo con una forma de vida diferente. Esto nos habla del testimonio por medio de la conducta  sin necesidad de decir nada; luego vendrán las palabras. Presenta un modelo de vida que hace que los demás se sientan avergonzados. Por eso debe estar en un lugar visible y no bajo un almud (recipiente para medir cereales). El punto culminante o mejor manera de manifestarlo al mundo es haciendo buenas obras, pero no para exhibirnos, sino como algo normal para atraer la atención sobre nuestro Padre para desviarlo de nosotros mismos. Entonces:

1.     Una luz es algo que en primer lugar y principalmente está para que se vea. Las casas de Palestina eran muy oscuras, con una sola ventana circular de medio metro de diámetro. La lámpara era como una salsera llena de aceite y con una mecha. No era nada fácil encender una lámpara cuando no había ni cerillas. Normalmente la lámpara se colocaba en un candelero o soporte, que en muchos casos no era más que un soporte de madera toscamente tallada; pero cuando la gente se salía de la habitación, por seguridad, quitaban la lámpara del candelero y la ponían debajo de un cajón de arcilla de medir el grano para que siguiera ardiendo sin riesgo hasta que volviera alguien. El deber primario de la luz de la lámpara era que se pudiera ver.
Así es que el Cristianismo es algo que se tiene que dejar ver. Como ha dicho bien alguien: "No puede haber tal cosa como un discipulado secreto; porque, o el secreto acaba con el discipulado, o el discipulado con el secreto.» Nuestro cristianismo tiene que ser perfectamente visible a todo el mundo.
Además, este Cristianismo no tiene que dejarse ver solamente en la iglesia. Un cristianismo cuyos efectos no salen de las puertas de la iglesia no le sirve a nadie gran cosa. Debería ser más visible todavía en las actividades normales y corrientes. Nuestro Cristianismo debe dejarse ver en la manera como tratamos al dependiente de la tienda al otro lado del mostrador, en nuestra manera de encargar una comida en el restaurante, en nuestra forma de tratar a nuestros empleados o de servir a nuestros superiores, en nuestra manera de practicar un deporte o jugar a un juego, o conducir o aparcar un vehículo, en el lenguaje cotidiano que usamos y en lo que leemos cada día. Un cristiano debe serlo en la fábrica, el taller, los astilleros, la mina, la escuela, la consulta médica, la cocina, el campo de fútbol, exactamente lo mismo que en la iglesia. Jesús no dijo: «Vosotros sois la luz de la Iglesia», sino: «Vosotros sois la luz del mundo.» Así que nuestro cristianismo se tiene que hacer evidente a todos por nuestra manera de vivir en el mundo.
2.     Una luz es un guía. En cualquier ría podemos ver una serie de luces que marcan el camino que deben seguir los barcos para su seguridad. Sabemos lo difícil que resulta transitar por las calles de la ciudad cuando hay un apagón. Una luz es algo que facilita el camino.
Así que un cristiano debe indicarles el camino a los demás. Es decir: el cristiano está obligado a ser un ejemplo. Una de las cosas que más necesita este mundo son personas que estén preparadas a ser focos de bondad. Supongamos que hay un grupo de gente, y que alguien propone que se haga algo dudoso. A menos que alguien se oponga abiertamente, aquello se hará. Pero si alguien se pone en pie y dice: «No contéis conmigo para eso,» otro, y otro, y otro se levantarán y dirán: «Ni conmigo tampoco.» Pero si no se les hubiera dado ejemplo, se habrían callado.
Hay muchas personas en este mundo que no tienen la fuerza moral ni el coraje para mantenerse firmes en solitario; pero si otro se adelanta, le seguirán; si cuentan con alguien suficientemente fuerte o seguro en quien apoyarse, harán lo que deben. Es el deber del cristiano adoptar la posición que luego secundará el hermano más débil, iniciar la marcha que otros con menos coraje seguirán después. El mundo necesita luces guiadoras; hay personas esperando y anhelando la dirección para hacer lo que no se atreverían a emprender solas.
3.    Una luz esa menudo una advertencia. A menudo se usa la luz para advertir de un peligro que acecha más adelante.
Algunas veces el cristiano tiene la obligación de presentarles a los demás la necesaria advertencia. Eso es a menudo difícil, especialmente hacerlo de forma que no haga más daño que bien; pero una de las más desgarradoras tragedias de la vida es que nos venga alguno, especialmente un joven, y nos diga: "No me encontraría en esta situación si me lo hubieras advertido a tiempo.»
ANECDOTA
Se decía de la famosa maestra y educadora que, si alguna vez tenía ocasión de corregir a sus estudiantes lo hacía "poniéndole el brazo alrededor de los hombros.» Si hacemos nuestra advertencia, no con enfado ni crítica, sino con amor, será eficaz.
El cristiano debe ser una de estas luces que se pueden ver, que advierten y que guían.
Conclusión
Los cristianos  debemos vivir como personas que han recibido la vida de Cristo y ser sal de la tierra para dar sabor y evitar la corrupción del mundo. Al mismo tiempo deben manifestar la luz de Cristo haciendo buenas obras. 

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